17.2.06

Los miércoles a las 17:30

Han transcurrido unos años, bastantes, aunque para el desarrollo narrativo de este texto no es esencial reflejarlos. No recuerda con exactitud a partir de qué edad concreta empezó a ir, pero sí recuerda que la cita era a las cinco y media de la tarde. Los miércoles. No era el único aliciente, estímulo, recuerdo a guardar en su baúl memorístico y extraerlo más adelante. Pero, hoy, al escuchar un tema musical mientras recogía la mesa de la cocina, había decidido vivenciarlo en su magín.
Tras dejar la cartera, asearse y oír los consabidos consejos paternales, acompañado de su hermano se dirigía a la esperada cita semanal. Todavía disponía de treinta minutos para pasar por la casa de un amigo y llegar puntualmente a la cita. Para ello debía cruzar una carretera regulada por semáforos que dividía y divide el barrio en dos zonas bien delimitadas.
Tras diez minutos de frenética carrera o de paso acelerado, la cita se le hacía presente. Su cita era el cine. Cuando llegaba al cine, la taquilla estaba abierta, esperando a los ansiosos espectadores que recogieran su entrada. Junto a la puerta de acceso, en una esquina una señora sentada en una silla plegable de madera con su correspondiente cojín ofrecía regalices, pipas, cacahuetes, gominolas... Afortunadamente siempre había en su bolsillo alguna moneda, alguna peseta, que le posibilitase comprar alguna chuchería.
Después de entregar el ticket a un empleado, al no ser numeradas las entradas, la mayoría de las veces corría para encontrar la butaca más idónea para poder disfrutar en las mejores condiciones posibles de la película. El cine solamente disponía de una sala de butacas colocadas en un plano inclinado. Normalmente, se sentaba en la parte alta de la sala, donde podía divisar todo el patio de butacas.
Antes de que las luces de la sala se apagasen, las pipas ya habían sido devoradas para a continuación centrar sus ojos en un solo punto: la blanca pantalla.
Luego, ya se sabe. Persecuciones, disparos, toques de corneta, flechazos, besos, gritos, aullidos, tortazos, equívocos, risas, ... un sinfín de situaciones y emociones que paulatinamente grabaron inconscientemente en su memoria la ilusión y deseo de volver a acudir a cuantas citas similares le propusiesen en su futuro.